En respuesta a las presiones de Estados Unidos para controlar los flujos migratorios, México ha implementado un programa secreto de autobuses que transporta a migrantes aproximadamente 1,000 millas desde la frontera de Estados Unidos hasta el sur de México, específicamente a ciudades como Villahermosa. Este programa contrasta marcadamente con la postura pública de México sobre el manejo humano de la migración, lo que revela una realidad más dura de su papel en la aplicación de las políticas fronterizas de Estados Unidos.
Muchos migrantes, incluidas familias como la de Rosa Guamán de Ecuador, se encuentran inesperadamente reubicados lejos de sus destinos previstos en Estados Unidos, varados sin información ni apoyo claros. Esta práctica ha generado importantes cargas emocionales, físicas y financieras para los migrantes, ya que a menudo tienen que soportar viajes difíciles y lidiar con la desorientación y la decepción a su llegada.
El Instituto Nacional de Migración de México, aunque a veces enmarca estas acciones en términos humanitarios, utiliza efectivamente la estrategia de autobuses para reducir el hacinamiento en las ciudades del norte y disminuir los flujos migratorios visibles hacia los EE. UU. Sin embargo, este método es criticado por su falta de transparencia y legalidad. , particularmente en lo que respecta a los derechos de los migrantes a una representación legal y un procesamiento adecuado.
Las estadísticas muestran una reducción drástica de las detenciones en la frontera de Estados Unidos a principios de 2024, lo que sugiere la eficacia temporal de la táctica del transporte en autobús. Sin embargo, este enfoque ha encontrado reacciones encontradas a nivel local en México, que van desde la aceptación silenciosa de algunos alineados con el gobierno hasta la crítica y resistencia de las comunidades locales y defensores de los migrantes que ven el programa como una solución poco ética e ineficaz a un problema complejo.
Simón Romero y Paulina Villegas, The New York Times.